
El pasado 20 de septiembre del presente año se cumplió un año del fallecimiento de Amable Prieto Montero, quien perteneció a la Chaîne des Rôtisseurs desde 1980 hasta el momento de su deceso. Durante diez años fue Bailío de Madrid (1985-1995) y en 2005 pasó a ser Baili Délégué o Presidente Nacional.
Fue uno de los más prestigiosos gastrónomos de nuestro país. Formado en la rama de hostelería de Suiza, entre los años 1961 y 1974, fue a su regreso a España cuando montó su primer restaurante, L’Alsace. Poco tiempo después poseía una cadena de más de 20 establecimientos.
Cualquier tipo de actividad requiere capacidad y entrega, también pasión por lo que se hace. Y esas eran precisamente las cualidades que estuvieron presentes en el quehacer diario de Amable a lo largo de su vida. Su aportación al mundo gastronómico madrileño quedó patente cuando ya en los años 80 el diario ABC le calificaba como “figura permanentemente noticiable dentro de los ambientes gastronómicos de la capital”. Zamorano de origen, su vida fue un continuo contacto con las actividades gastronómicas de las diversas regiones centroeuropeas, a distintos niveles según épocas y momentos, y así la cocina en zonas como L’Alsace (Francia) o la Selva Negra (Suiza) eran de sobra conocidas por él.
Para familia y amigos su pérdida ha supuesto una ausencia muy grande durante este año. Y es que si algo tenía Amable era su facilidad de trato, esa sonrisa permanente en su boca – incluso cuando se torcían las cosas-. Aunque fue un triunfador, no tuvo una vida fácil, pero siempre supo ganar y perder con una hombría y una dignidad ejemplares. Recibió muchos galardones y reconocimientos a lo largo de su carrera y por señalar alguno destacaría el “Liderman 85 en Gastronomía” otorgado por D. Rafael Torres Padial en 1985 o “Empresa Estrella Ejemplar 1985”, otorgado por la Unión de Periodistas a su labor gastronómica.
Amable amaba esta asociación y luchó mucho por ella, porque las cosas salieran bien, porque disfrutáramos en cada salida, en cada cena o en cada capítulo. Era una persona que se entregaba en cuerpo y alma en todo lo que le gustaba. Y la Chaîne le gustaba. Le gustaba la gastronomía y le gustaba la gente, le gustaba la cultura y le gustaba disfrutar de la vida. Y puedo afirmar que tuvo una vida plena, aunque se fue demasiado pronto.
Allá donde estés, querido AMIGO, descansa en paz.
Abel González
Chargé de Missions D’Espagne
¡¡¡VIVA LA CHAÎNE!!!